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jueves, 8 de junio de 2017
miércoles, 12 de abril de 2017
¡Veremos quién gana! Dependencia, codependencia y locura
"I used to love her, but I had to kill her
I had to put her, six feet under, and I can still hear her complain..."
PREVIO
Es decir, el mecanismo interpersonal "quién vuelve loco a quién", predominante en la pareja borderline, consiste en el uso constante de ciertas actitudes, fantasías conscientes y funciones defensivas, preestructurales, de tipo proyectivo, mediante las cuales alguien intenta protegerse de la locura, depresión o angustia, usando a otra persona hasta enloquecerla, deprimirla o angustiarla. La diada puede ser madre-hijo, la pareja o paciente-terapeuta, aunque con alternativas pendulares. Laing, nombró a ello, defensas transpersonales, es decir, el Yo controlando la vida interior del Otro con el fin de preservar su mundo interno. Es un mecanismo por medio del cual se utiliza a la pareja, u otro miembro del grupo familiar, para perpetuar un des-conocimiento y ese alguien sufriendo mecánicamente, el goce de otro.
Este tipo de fenómenos interpersonales se sustentan en evidencia patológicas que he observado durante mi práctica clínica frecuentemente en pacientes psicóticos, sociópatas, limitrofes, con narcisopatías severas, grupos religiosos, parejas o familias de pacientes adictos o con trastornos alimenticios, donde se observa nítidamente que la conflictiva viene de lo pre-estructural, es decir, son sujetos que no llegaron a la represión, requisito indispensable para la formación de estructuras psíquicas; esta represión es frágil y se rompe en periodos críticos emergiendo lo que Bion cataloga como la parte psicótica de la personalidad. Todo ello predispone a que operen defensas de nivel primitivo: disociación, proyección, extroyección, negación, supresión, de los afectos, etcétera, que determinarán los mecanismos defensivos interpersonales. Esto originan acting negativo, que es pre-estructural, tanático, auto y heterodestructivo, pregenital, endogámico y regresivo en prejuicio del paciente (codependiente); también resistencial, muestran un sentido de convicción en la permanencia dentro de la relación, una extraña consistencia, continuidad y paciencia únicas, además, que al sistematizar promueven elaboraciones, cosa nada fácil pues usualmente el aparato de pensar y sentir del terapeuta se contraidentifica y enloquece respondiendo con enojo , confusión, accidentes terapéuticos, etc.
Continuara...
La pareja bordeline muestra incompatibiliad de núcleos psicóticos, esto quiere decir que permanentemente se aman y se odian, se celan y se liberan, se asfixian pero antes de morir disfrutan bocanadas de aire fresco para volver a someterse y llevarse más profundo aún. Viven una batalla constante e interminable, en la que sólo se trata de ver quién vuelve loco a quién, al ganarse pierde y al perderse gana. La pareja borderline se separa o se aniquila.
El esfuerzo de volver loco a otra persona, estudio trascendental de Searls, motiva en buena medida el presente ensayo. En esta primera entrega me concentraré en describir a la pareja bordeline. Partamos considerando que toda relación interpersonal es dinámica, contingente, mutable, temporal y generadora de conductas, por otro lado, asumiendo que, todos albergamos locura en nuestro interior, en gran medida, la aspiración de una pareja "funcional" es ser compatible en esa locura.
En las parejas borderline ambos integrantes están locos y la vivencia interna de la locura les es tan insoportable que la proyectan fuera de sí, sobre el Otro. Esta locura es incompatible y asociada a la propia se torna aún mas insoportable. Buscan la sumisión sin reservas del Otro como una forma de acallar su propia locura. Trasmutan, permanentemente, el amor en odio en milésimas de segundo (amordio). Se idealizan y se devalúan. Se colman de cuidados gentiles y se violentan a la mínima provocación. No soportan la cercanía y se desestructuran, albergando un profundo sentimiento de vacío, cuando están separados. El Otro "los complementa", sin embargo su pulsión primaria es defenderse pues lo viven con intensiones oscuras y amenazantes. Se confían sus emociones en la intimidad y en la batalla, esas confesiones, son empleadas para herirse profundamente. La comunicación es contradictoria y violenta. No aprenden de su experiencia. Los celos, la envidia y la desconfianza son emociones cardinales en su vivencia intersubjetiva. Regularmente se trata de sujetos que han vivido mucho tiempo juntos y al separarse, el dependiente mejora y el codependiente estalla en mil pedazos. Ambos se viven como una constante fuente de angustia e inestabilidad, por lo que no pierden ocasión para herirse, e incluso aniquilarse, de forma pasiva o activa. Al respecto, en el ejercicio de la agresividad/violencia existen dos mecanismo predominantes: inducida e intercomunicante. En la inducida, generalmente existe un miembro pasivo por otro que domina, y en la intercomunicante, se manifiesta con alternancias. El defecto preestructural es tan serio, que el depósito masivo de elementos beta se efectúa con tal violencia, que la descarga psicótica, potencializa la tensión suicida u homicida.
El esfuerzo de volver loco a otra persona, estudio trascendental de Searls, motiva en buena medida el presente ensayo. En esta primera entrega me concentraré en describir a la pareja bordeline. Partamos considerando que toda relación interpersonal es dinámica, contingente, mutable, temporal y generadora de conductas, por otro lado, asumiendo que, todos albergamos locura en nuestro interior, en gran medida, la aspiración de una pareja "funcional" es ser compatible en esa locura.
En las parejas borderline ambos integrantes están locos y la vivencia interna de la locura les es tan insoportable que la proyectan fuera de sí, sobre el Otro. Esta locura es incompatible y asociada a la propia se torna aún mas insoportable. Buscan la sumisión sin reservas del Otro como una forma de acallar su propia locura. Trasmutan, permanentemente, el amor en odio en milésimas de segundo (amordio). Se idealizan y se devalúan. Se colman de cuidados gentiles y se violentan a la mínima provocación. No soportan la cercanía y se desestructuran, albergando un profundo sentimiento de vacío, cuando están separados. El Otro "los complementa", sin embargo su pulsión primaria es defenderse pues lo viven con intensiones oscuras y amenazantes. Se confían sus emociones en la intimidad y en la batalla, esas confesiones, son empleadas para herirse profundamente. La comunicación es contradictoria y violenta. No aprenden de su experiencia. Los celos, la envidia y la desconfianza son emociones cardinales en su vivencia intersubjetiva. Regularmente se trata de sujetos que han vivido mucho tiempo juntos y al separarse, el dependiente mejora y el codependiente estalla en mil pedazos. Ambos se viven como una constante fuente de angustia e inestabilidad, por lo que no pierden ocasión para herirse, e incluso aniquilarse, de forma pasiva o activa. Al respecto, en el ejercicio de la agresividad/violencia existen dos mecanismo predominantes: inducida e intercomunicante. En la inducida, generalmente existe un miembro pasivo por otro que domina, y en la intercomunicante, se manifiesta con alternancias. El defecto preestructural es tan serio, que el depósito masivo de elementos beta se efectúa con tal violencia, que la descarga psicótica, potencializa la tensión suicida u homicida.
Es decir, el mecanismo interpersonal "quién vuelve loco a quién", predominante en la pareja borderline, consiste en el uso constante de ciertas actitudes, fantasías conscientes y funciones defensivas, preestructurales, de tipo proyectivo, mediante las cuales alguien intenta protegerse de la locura, depresión o angustia, usando a otra persona hasta enloquecerla, deprimirla o angustiarla. La diada puede ser madre-hijo, la pareja o paciente-terapeuta, aunque con alternativas pendulares. Laing, nombró a ello, defensas transpersonales, es decir, el Yo controlando la vida interior del Otro con el fin de preservar su mundo interno. Es un mecanismo por medio del cual se utiliza a la pareja, u otro miembro del grupo familiar, para perpetuar un des-conocimiento y ese alguien sufriendo mecánicamente, el goce de otro.
Este tipo de fenómenos interpersonales se sustentan en evidencia patológicas que he observado durante mi práctica clínica frecuentemente en pacientes psicóticos, sociópatas, limitrofes, con narcisopatías severas, grupos religiosos, parejas o familias de pacientes adictos o con trastornos alimenticios, donde se observa nítidamente que la conflictiva viene de lo pre-estructural, es decir, son sujetos que no llegaron a la represión, requisito indispensable para la formación de estructuras psíquicas; esta represión es frágil y se rompe en periodos críticos emergiendo lo que Bion cataloga como la parte psicótica de la personalidad. Todo ello predispone a que operen defensas de nivel primitivo: disociación, proyección, extroyección, negación, supresión, de los afectos, etcétera, que determinarán los mecanismos defensivos interpersonales. Esto originan acting negativo, que es pre-estructural, tanático, auto y heterodestructivo, pregenital, endogámico y regresivo en prejuicio del paciente (codependiente); también resistencial, muestran un sentido de convicción en la permanencia dentro de la relación, una extraña consistencia, continuidad y paciencia únicas, además, que al sistematizar promueven elaboraciones, cosa nada fácil pues usualmente el aparato de pensar y sentir del terapeuta se contraidentifica y enloquece respondiendo con enojo , confusión, accidentes terapéuticos, etc.
Continuara...
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lunes, 10 de abril de 2017
El Enfermo, su Familia y la Locura...
“Para romperte la madre, nadie como tu familia”...
Al conocer a los integrantes de la familia de mis pacientes regularmente surge en mi la siguiente pregunta - "¿me habré equivocado de paciente?" - esta interrogante surge al observar la interacción entre el llamado "enfermo" (paciente identificado) y el resto de su grupo familiar, pues desde la llamada telefónica de primer contacto queda de manifiesto, las interacciones patogénicas de éste con el resto de su familia y, muy especialmente, la necesidad que tiene el grupo familiar de mantener su homeostasis a través del "paciente" llámese "psicótico", "adicto", "deprimido", "bipolar", "border" etc.
Regularmente la patología “mental”
se da exclusivamente en la interacción familiar, ya que en la mayor parte de
los sujetos a los que hago referencia, el conflicto intrapsíquico, que detona
una vulnerabilidad neuropsicológica, se manifiesta durante y en las relaciones
familiares de forma multidireccional. En estas familias el espectro delirante
es muy extenso y enquistado. Me refiero a la configuración de estos sistemas
como “enquistados”, haciendo referencia a la organización que adoptan las
amibas, ya que una fuente importante de problemas las encontraremos precisamente
en el fuerte impulso, del paciente identificado y del grupo familiar, para
preservar la simbiosis y evitar la independencia de sus componentes. En este
espectro delirante incluyo toda la gama de manifestaciones simbióticas
observables a través de las interacciones del grupo familiar, que coadyuvan en
la formación y mantenimiento del síntoma. El “paciente” es como la fiebre de la
familia.
Fotografía de un Quiste Amebiano.
Los quistes de la ameba son los que transmiten la enfermedad por su gran resistencia estructural, son resistentes a la cloración del agua y a la congelación.
Brown acuñó la frase “masa
indiferenciada de egos” para describir a las familias con excesivos mecanismos
simbióticos y Wyme habla de la “banda de goma” que rodea a todos los
componentes de estas familias. Pensemos en estas familias amalgamadas como un
conjunto de seres poco diferenciados, con escasa individuación, con una
deficiente diferenciación de sus representaciones del self y los objetos y con manifestaciones
conductuales en las que existen muy pocas posibilidades de encontrar opciones gratificantes
fuera del sistema. Por lo tanto, se ven obligadas a actuar todos sus impulsos,
agresivos, o sexuales, en el interior de la familia. Es fácil comprender que
esto les provoca grandes dificultades por sus consecuencias tanto incestuosas
como destructivas.
Como fundamento del párrafo
anterior, es común la observación, especialmente en adolescentes, de que el
inicio de un cuadro psicótico se produzca por circunstancias un intento de
separación de su parte. Ante una familia con un “miembro síntoma” es importante
estudiar las características de sus procesos simbiotizantes ya que ello nos
proporciona la información de su génesis psicológica del trastorno. Sin
embargo, consideramos que es más valioso el conocimiento de estos mecanismos si
los aplicamos al proceso terapéutico. Si comprendemos los factores etiológicos,
el valor homeostático del proceso y la necesidad de mantenerlo a través de que
uno de sus componentes sea el síntoma, tendremos mejores posibilidades de
ayudar al sistema familiar para que intente otro mecanismo equilibrador más
adecuado.
Existen dos mecanismos básicos
que son la base del espectro delirante de las familias quísticas, la escición y
la identificación proyectiva. La escición hace referencia a la existencia de
dos representaciones intrapsíquicas de valencia antagónica: una representación
de objeto parcial, investida libidinalmente, y otra, cargada con agresión. Este
fenómeno es característico de la posición esquizoparanoide, que describió Klein,
así como de la fase simbiótica normal. En la medida en que el niño puede
integrar su representación total de objeto logrará una cohesión de su Yo y
pasará a la siguiente etapa, la posición depresiva. Si ésta no alcanza, se
perpetuará en el individuo un estado en el que todos los objetos serán vividos
como parciales, escindidos y catexiados con una u otra valencia. Una persona en
la que persista esta escición tendrá necesidad de deshacerse de sus impulsos u
objetos “malos”, por lo que los proyectará al exterior, al otro, al que pueda
funcionar como su depositario. En el sistema familiar el depositario será aquel
que por diversas razones necesita absorber esos contenidos. Estas personas son
llamados chivos expiatorios, pacientes identificados, adictos, locos,
bipolares, depresivos, etc. y desempeñan los roles o papeles idiosincráticos.
La identificación proyectiva,
Melanie Klein la describe, como el proceso por el cual el paciente identificado
envidia un aspecto proyectado de sí mismo y desea destruirlo. Esto lo podemos
observaren un cónyuge que proyecta en el otro algo “malo” y después lo denigra
por ello. También lo vemos en los padres que proyectan en el hijo sus
pecaminosas fantasìas sexuales y, cuando éste las realiza, lo rechazan y
castigan. Otro ejemplo más es el de los progenitores recionales y controlados
que depositan en uno de sus hijos y, cuando éste las actúa, son los primeros
que se escandalizan y asustan cuando ven las locuras en el hijo.
Desde el inicio enfatizamos que
estos mecanismos, a pesar de su disfuncionalidad, sirven para mantener el
equilibrio familiar.
Como podemos ver, esta
multidireccionalidad de depósitos proyectivos revela límites del self, “porosos”
en exceso, en los integrantes de núcleo familiar; esto constituye, a nuestro
juicio, una característica importante en las familias con problemas que están
dentro de este espectro simbiótico. Además, es evidente, en mi experiencia
clínica, una característica importante de las familias enquistadas y dificulta
de sobremanera las intervenciones hacia el paciente identificado si ésta se
realiza en forma exclusiva. Por otra parte, el espectro delirante familiar
trata de engullir al clínico y hacerlo jugar un rol de aliado o enemigo.
Las consideraciones previas me
conducen a una hipótesis que varios autores han señalado, y que Searls amplia y
enfatiza, que establece que una persona “enloquece”, entre otros factores, por el
continuo y sistemático esfuerzo por parte de uno o más personajes
significativos en su desarrollo para. Este proceso de enloquecimiento se logra básicamente
a través de los mecanismos descritos a los que podríamos añadir una característica
más: uno de los efectos de los depósitos es que al individuo se le coloca ante
situaciones conflictivas irresolubles.
Para mantener el equilibrio
familiar es posible que uno o más integrantes sean los que tengan que absorber
los problemas sin solución de la familia. Si esta se concentra en uno solo, el
resto de la familia se mantendrá aparente y relativamente sana, sin “destructividad”.
Sin embargo, concomitantemente con el mecanismo anterior, existe otro con signo
contrario: un genuino e importante impulso por parte de la familia para ayudar
al individuo más abiertamente enfermo. Esto, además, tiene una motivación
pragmática para ellos. Piensan que si se ayuda al loco ellos mismos podrían ser
ayudados; si por una parte la familia necesita enloquecer a uno de ellos, al
mismo tiempo necesita curarlo - ¿hay algo más “enloquecedor” qué este impulso? –
Antes de concluir me detengo en
una consideración que es menester subrayar para ser valorada con mucha
atención. Si el clínico acepta a un paciente diagnosticado bajo cualquier yerra
de locura y califica al resto de la familia como sana o no necesitada de
tratamiento, es posible que esto produzca un congelamiento del status de la
patología, tanto del paciente como de la familia, impidiéndoles la modificación
del equilibrio patológico ya establecido.
El enfoque terapéutico exclusivamente
individual puede ayudar al paciente identificado a comprender y elaborar sus
problemas intrapsíquicos y los relacionales con el consiguiente desequilibrio
de la homeostasis familiar y, si ellos no están preparados para el cambio, se
opondrán con todos los medios a su alcance.
Este proceso es ampliamente
conocido por los paidopsiquiatras. Si realizan una eficiente labor terapéutica con
uno de ellos y dejan intacto el sistema familiar, cuando se producen cambios
evidentes en el paciente, la familia decide suspender el tratamiento.
La conclusión es evidente. Podemos
ampliar y hacer más eficiente la ayuda al paciente identificado en tanto
podamos, en forma simultánea, ayudar al sistema familiar a romper las fuertes
ligas patológicas que lo unen para así facilitar los procesos de individuación-separación
y alcanzar un mejor equilibrio en las relaciones del paciente, tanto con su
familia como con el exterior.
Agradeceré los comentarios sobre el texto anterior.
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lunes, 27 de marzo de 2017
¿Antisocial, psicópata o sociópata?
"I wanna use you and abuse you.
I wanna know what's inside you."
I wanna know what's inside you."
Comúnmente se cree que un antisocial es aquella persona que muestra dificultades para la socialización, que gusta de no salir a relacionarse con las demás personas o que presenta fobia social, esto es incorrecto. La personalidad antisocial es aquella que muestra alteración de la regulación emocional, conducta disocial, dehinibición y compulsividad, dimensiones que explicaré más adelante.
En la personalidad antisocial la
maldad y la locura parecen entremezclarse. Algunas veces, los crímenes de los
antisociales son tan incomprensibles y
moralmente repugnantes que el acto por si solo nos hace dudar de su cordura. Hollywood ha abusado de la imagen del psicópata y en realidad menos del 1% son asesinos, y menos del 0.3% son asesinos seriales.
Sin embargo, ni todos los antisociales son criminales, ni tampoco todos los criminales son antisociales. Sólo un pequeño subgrupo de personalidades antisociales entra en conflicto con la ley. En términos científicos y clínicos, las consecuencias sociales del trastorno no son necesariamente repulsivas. De hecho, los individuos con rasgos antisociales que se consideran en el intervalo de la normalidad son elogiados en nuestra sociedad competitiva, por lo que algunos autores han considerado al trastorno antisocial como una interfase evolutiva adaptativa del ser humano a un medio ambiente cambiante y hostil, por la capacidad de combatir, actuar con dureza y saltarse las reglas, los rasgos psicopáticos se consideran un atributo para la supervivencia, la mayoría de estos individuos hallan un hueco en el duro mundo de los negocios, la política o el ejército.
Dexter Morgan es un personaje ficticio, protagonista de las novelas escritas por Jeff Lindsay y la serie de televisión Dexter (Showtine) en la que el protagonista es el claro ejemplo de un psicópata, consciente del trastorno el cual "controla" a través de un código moral rudimentario procurado por su padre. Cabe resaltar la duda entre psicopatía, ya que el hermano del personaje es también psicópata (influencia genética) y sociopatía, ya que el trastorno se origina a partir de un evento traumático en la infancia.
Sin embargo, ni todos los antisociales son criminales, ni tampoco todos los criminales son antisociales. Sólo un pequeño subgrupo de personalidades antisociales entra en conflicto con la ley. En términos científicos y clínicos, las consecuencias sociales del trastorno no son necesariamente repulsivas. De hecho, los individuos con rasgos antisociales que se consideran en el intervalo de la normalidad son elogiados en nuestra sociedad competitiva, por lo que algunos autores han considerado al trastorno antisocial como una interfase evolutiva adaptativa del ser humano a un medio ambiente cambiante y hostil, por la capacidad de combatir, actuar con dureza y saltarse las reglas, los rasgos psicopáticos se consideran un atributo para la supervivencia, la mayoría de estos individuos hallan un hueco en el duro mundo de los negocios, la política o el ejército.
Wall Street; película de 1987 dirigida por Oliver Stone ,
nos muestra la inserción de uin sociópata (Chalie Sheen, psicópata en la vida real)
al mundo de los negocios orquestado por Goron Gekko, un psicópata (Michel Douglas).
La mayor parte de la sintomatología del trastorno antisocial de la personalidad parece ser una variante extrema de la poca conciencia (empatía deficitaria, temeridad, negligencia, hedonismo, inmoralidad, informalidad e irresponsabilidad) y un elevado antagonismo (manipulación, engaño, explotación, agresividad, insensibilidad y crueldad) que siempre han sido evidentes en la población general.
El trastorno de personalidad antisocial
es probablemente el mejor validado y estudiado de todos los trastornos de la personalidad.
Sus criterios diagnósticos derivan directamente de los estudios longitudinales
realizados por Robins en 1966, siendo hoy en día su diagnóstico uno de los más
fiables de entre los trastornos de la personalidad. De hecho, es una de las
pocas categorías diagnósticas presente en todas las ediciones del DSM. Una de
las principales diferencias del trastorno antisocial y otros trastornos de la
personalidad es que el diagnóstico de la personalidad antisocial se basa en criterios del
comportamiento (observables) más que en criterios caracterológicos (subjetivos). En la
actualidad el DSM 5 describe que la característica esencial del trastorno
antisocial de la personalidad como un patrón general de desprecio y de
violación de los derechos de los demás que comienza en la infancia o
adolescencia temprana y que continúa en la edad adulta. En la CIE-10 se usa el
término disocial para describir a individuos que no cumplen las normas sociales
y no les importan los demás, que son impulsivos, de poca confianza,
irresponsables y con baja tolerancia a la frustración y bajo umbral para la
agresión, así como incapacidad para experimentar sentimientos de culpa o
arrepentimiento, entre otros, han demostrado un riesgo significativo de desempleo, empobrecimiento, padecer daños o lesiones, muerte violenta, consumo de alcohol y drogas, encarcelamiento, reincidencia e inestabilidad significativa de las relaciones personales.
En la clínica psiquiátrica los términos
antisocial, psicópata y sociópata se traslapan al describir a individuos que
violan de manera flagrante y repetida los derechos de los demás. El DSM 5 subraya
que este patrón también ha sido denominado psicopatía, sociopatía o trastorno
de personalidad antisocial, los establece como sinónimos. Aunque el trastorno antisocial ha sido usado y se sigue siendo usado como
sinónimo de “psicopatía”, “sociopatía” y “personalidad psicopática” , se tratan
de términos similares pero de significado no equivalente. Prichard (1835) fue el primero en
usar un término –el de “locura moral”- para intentar clasificar a sujetos
caracterizados por la falta de un sentido ético y de sentimientos y en los que
no se podía apreciar locura o pobreza intelectual. Desde entonces, distintos
nombres se han aplicado para definir a personas caracterizadas por la falta de
remordimientos y culpa, falsedad, violación de las normas sociales y tendencia
a la violencia, entre otros y con un claro sesgo moral. Así, Koch usó términos
como “psicopático”, “inferioridades psicopáticas” o “constitucionalmente inferior”
para referirse a personas con comportamientos anormales que se encontraban entre
de la locura y la normalidad. Moebius también creía que los psicópatas eran una
variación mórbida de la normalidad. Por otra parte, Berrios ha
señalado que hasta el siglo XX, el término psicopático era equivalente al de psicopatológico,
siendo aplicado el término de personalidad psicopática a las personalidades
anormales, por lo que su significado originario sería más bien equivalente al
de trastorno de la personalidad de la actualidad. Kraepelin y Moebius se
referían con ese término a los trastornos degenerativos de la personalidad.
Kurt Schneider (1980) lo aplicó a las personas con personalidad anormal que
“sufrían o hacían sufrir a la Sociedad” y distinguió diez tipos que son la base
de las actuales clasificaciones categoriales internacionales de los trastornos
de la personalidad.
El concepto de trastorno
antisocial de la personalidad resulta del esfuerzo por hacer operativo el término
de psicopatía. Moran señala, que término psicópata tiene al menos los siguientes
usos en la actualidad:
1. Categoría legal: el trastorno psicopático es definido como un
“trastorno persistente o alteración de la mente (independientemente de que haya
o no una deficiencia en la inteligencia) que resulta en una conducta
anormalmente agresiva o seriamente irresponsable”.
2. Constructo clínico: el
concepto que usualmente se maneja en la clínica y que concuerda más o menos
según el uso del profesional con las características recogidas en las
clasificaciones internacionales-. Según Moran, habría dos acercamientos en esta
postura: la de aquellos que prefieren definir la psicopatía en términos de
comportamientos antisociales –esta visión es más cercana a la categoría legal y
con las clasificaciones internacionales de los trastornos de la personalidad -
y la de quienes como Cleckley (1941) prefieren ver la psicopatía en términos de
rasgos de personalidad, haciendo hincapié en la falta de remordimientos y la
imposibilidad de estos sujetos para aprender de la experiencia, especialmente
el castigo. Quizá son Hart & Hare quienes son capaces de conjugar ambas.
Ellos definen a los psicópatas como grandiosos, arrogantes, afectivamente
superficiales, crueles e incapaces de mostrar culpa o remordimientos sinceros,
manipuladores y propensos a violar las normas sociales o legales. Hare encontró
dos dimensiones diferentes en psicópatas:
- Factor 1, más relacionado con rasgos de personalidad como crueldad, egoísmo y manipulación sin remordimientos de los demás.
- Factor 2, que tiene más que ver con una descripción del comportamiento –inestabilidad, irresponsabilidad, etc.- más que ver con la descripción que hace el DSM.
3. Término vulgar y peyorativo usado por los profesionales
(“psicopatilla”, “psicopatón”, en nuestra lengua) y no profesionales –por
ejemplo, en famosas películas de cine como El silencio de los Inocentes- y que,
no siempre dan un adecuado reflejo del trastorno, a pesar de lo cual el término
ha calado hondo en la Sociedad occidental.
El constructo de psicopatía comenzó
a conocerse con el libro The Mask of Sanity, de Harvey publicado en 1941. Si bien el comportamiento pernicioso del
antisocial suele ser obvio, Clecky afirmaba que los psicópatas suelen
disfrazarse con los atavíos de la normalidad. A diferencia del estereotipo del delincuente
común se pensaba que los psicópatas provenían «hogares estructurados» cuyos
progenitores les demostraban cariño, pero que a pesar de ello hirieran o destruían
a las personas sin remordimiento, vergüenza ni conciencia. La mayoría de ellos
son mentirosos patrológicos expertos en situaciones de juicio de valor y que
simulan ser sinceros, de manera que pueden proseguir sin ser detectados «máscara
de cordura». Según Clecky presentan una incapacidad muy arraigada para entenderla dimensión emocional del lenguaje, sobretodo de aquellos aspectosrelacionados con sentimientos de vinculación y empatía. El cuadro global
sugiere un individuo que no sólo es antisocial, como se pone en manifiesto por
los problemas tempranos del comportamiento, múltiples matrimonios de corta
duración, delincuencia juvenil, pasado criminal, forma de vida parasitaria y
promiscuidad sexual, sino también narcisista, como demuestran los rasgos de egoísmo,
egotismo, egocentrismo, intolerancia al tedio, falta de empatía, manipulación, grandiosidad,
incapacidad de sentir remordimientos e insensibilidad ante la humillación, para
ilustrar la completa ausencia de controles internos de comportamiento en el
psicópata.
La distinción entre psicópata y sociópata
reside en el origen del trastorno. Se considera que los psicópatas poseen una
disposición constitucional hacia la criminalidad, se han observado marcadores genéticos presentes en gemelos y en estudios de seguimiento por más de 10 años a varones con trastorno antisocial. En cambio, los sociópatas son
biológicamente normales, pero desarrollan características antisociales debido una
socialización incompetente u hostil, básicamente por figuras parentalesdeficitarias o sobreprotectoras. La mejor manera de entender estos conceptos probablemente sea
situar la psicopatía y la sociopatía en un continuum. El desarrollo implica
siempre la interacción entre el individuo y su entorno social. De ahí que
algunos psicópatas sufran negligencia y maltrato por parte de sus progenitores
desde la niñez, al igual que los sociópatas, mientras que otros provienen de
hogares estructurados. Por su parte, es posible que algunos sociópatas tengan
una predisposición biológica para el trastorno por ejemplo, temperamento
irritable, pero de todas maneras hayan sido víctimas de negligencias y
abusos. En realidad, la psicopatía pura
y la sociopatía pura constituyen una mera abstracción y no síndromes mutuamente
excluyentes. En un individuo concreto lo importante no es saber cuál de ellas
predomina sino extender la interacción entre los factores bilógicos y los
sociales desde el momento de su concepción, pasando por todo un ciclo vital.
En conclusión, en mi opinión, el
significado clásico del término psicopatía y psicópata –que equivaldría al de
trastorno de personalidad actual-, debiera ser rechazado en la actualidad para
que se clarifique la actual confusión nosológica, aunque tampoco debiera
entenderse que el trastorno antisocial de la personalidad y psicopatía son lo mismo. De hecho, lo que se plantea en
este artículo es en cierto modo lo contrario –esto es, el trastorno antisocial
englobando al de psicopatía-. En mi práctica clínica he resuelto clasificar el trastorno antisocial de la personalidad con predominio de síntomas psicopáticos o sociopàticos ya que el tratamiento farmacológico y psicoterapéutico considero que son radicalmente distintos.
La literatura al respecto permite
aventurar que el trastorno antisocial de la personalidad se pudiera usar
como un concepto amplio que tendría que ver con una descripción del
comportamiento antisocial de algunas personas, dentro del cual se englobaría el
concepto de psicopatía, que es un término que probablemente ha sobrevivido –a
pesar de haber sido muy criticado y de su uso peyorativo- para categorizar a un
subgrupo de individuos en el extremo de un continuum dentro de la categoría del
trastorno antisocial de la personalidad y que definiría a los individuos más agresivos y fríos emocionalmente
–coincidiendo más con la descripción realizada por Cleckey- y que tendría una
relación más directa con el crimen y quizá –aunque esto no estaría aún hoy
demostrado- una mayor carga genética, y que pudieran corresponder con el
subgrupo de niños extremadamente fríos y que presentan múltiples conductas
antisociales a pesar de la aparente buena calidad educativa de sus padres
(Wootton et al, 1997); de hecho, hay un subgrupo de niños antisociales que se
caracterizan por los rasgos de personalidad de los psicópatas (dentro del grupo
de niños que tienen una carrera antisocial desde muy temprana edad englobados
dentro del grupo de Moffitt (1993) de “life-course persistent antisocial
behaviour”).
Esta diferenciación clínica e
hipótesis requieren de replicación empírica, pero uno tiene la sensación de que
no usando el término psicopatía, las clasificaciones internacionales están
dejando fuera parte del cuadro clínico que conformaría el TAP.
Finalmente, otro concepto que
merece la pena abordar es el del grupo de personas con un trastorno de
personalidad grave y que son peligrosos y que se ha puesto de moda en
Gran Bretaña recientemente, donde ha habido una campaña dirigida a evaluar si era
posible o no prevenir el crimen, siendo de momento la respuesta una negativa;
el papel de la responsabilidad del psiquiatra en su tratamiento tampoco ha sido
adecuadamente resuelta (Home Office, 1999). Este concepto novedoso se ha
aplicado a los infractores de la ley con personalidad anormal que suponen un
peligro para la Sociedad (Moran, 2000), y aún no está clara cual es la relación
de este término con el de trastorno antisocial de la personalidad, aunque parece que englobaría también otros trastornos de personalidad –especialmente el límite, narcisista y paranoide-.
Agradeceré sus comentarios y observaciones al respecto del texto.
Agradeceré sus comentarios y observaciones al respecto del texto.
sábado, 25 de marzo de 2017
Empatía
La empatía es la capacidad del individuo para ponerse
en el lugar del otro e involucra múltiples áreas para su ejecución.
La habilidad para comunicarnos y entender las
intenciones y sentimientos de los otros es una herramienta vital para las
actividades sociales. Por más de doscientos años la capacidad de respuesta ante las experiencias del otro ha sido
discutida y se ha reconocido su naturaleza multidimensional. El concepto data
casi desde 1759 cuando Smith, hace la diferenciación entre empatía instintiva,
descrita como una aparente reacción emocional súbita e involuntaria ante las experiencias
de otros y la simpatía intelectualizada, descrita como la habilidad para
reconocer las experiencias emocionales de otros sin la experimentación vicaria
de dichos estados. Casi años después, Spencer, hace esta misma de las dos
dimensiones de la empatía en instintiva/intelectual y cognitiva/emocional que
ha perdurado hasta nuestros días. A mediados del siglo pasado, Dymond, realizó
un giro en las investigaciones apostando hacia la parte cognitiva del proceso,
y a finales del siglo se creó un movimiento dirigido hacia la integración de
ambos componentes. Eisenberg, plantea la importancia de la empatía
en el desarrollo moral de las personas que incluye la capacidad para comprender
al otro y ponerse en su lugar a partir de lo que se observa y pone de relieve la importancia de la empatía en la disposición prosocial de
las personas y su función inhibidora de la agresividad. Por lo tanto, la respuesta empática incluye la capacidad para comprender al
otro y ponerse en su lugar, a partir de lo que se observa, de la información
verbal o de información accesible desde la memoria (toma de perspectiva) y
además la reacción afectiva de compartir su estado emocional, que puede
producir tristeza, malestar o ansiedad. La empatía así entendida desempeñaría
un papel central en la disposición prosocial de las personas.
Empatía es una compleja forma de inferencias psicológicas en la cual la observación, memoria, conocimiento y razonamiento se
combinan para obtener introyectos de los pensamientos y sentimientos de los
otros. Ellos agregan un tercer componente a la empatía aunado al emocional y al
cognitivo que consiste en poseer una habilidad estable para mantener una
distinción del sí mismo y del otro.
Una primera subclasificación del concepto considera la
diferenciación entre empatía cognitiva, comprender el punto de vista de otra
persona y empatía afectiva, respuesta emocional ante el estado afectivo de
otra persona. Recientemente,
se han establecido tres componentes cognitivos:
1. La habilidad
para reconocer las emociones en uno mismo y en los otros por medio de la
expresión facial.
2. La respuesta afectiva,
es decir, poder tomar como referencia los estados emocionales comunes con los
demás para poder proyectar una emoción similar, siendo consciente de que se
trata de una simulación y no de una emoción propia.
3. Perspectiva emocional que sirve para describir
la posición de la otra persona sin afectar la distinción entre uno mismo y el
otro.
La inferencia correcta de los estados emocionales por
medio de la observación es un prerrequisito para la interacción social y
mejorar la coherencia en la interacción. Diferentes estudios concluyen que
la gente que puede regular sus emociones y la conducta relacionada con ellas es
más probable que experimente empatía en lugar de malestar personal. Existe una relación positiva entre regulación emocional
y empatía, especialmente en la infancia, y una relación negativa consistente
entre malestar personal y regulación en adultos.
Varios trabajos apoyan el
supuesto de que las diferencias individuales en el autocontrol y la regulación
de emociones desempeñan un papel importante en la conducta prosocial y en
general en el funcionamiento social de las personas. Los rasgos de temperamento
o personalidad tales como impulsividad y autocontrol parecen estar íntimamente
relacionados con el desarrollo de la conciencia y la conducta antisocial. Así pues, los individuos poco
controlados, a veces irritables e impulsivos son propensos a externalizar problemas
de conducta en la infancia o más tarde en la adolescencia o edad adulta y por
tanto llevar a cabo conductas desadaptativas, disfuncionales, y en ocasiones, hasta violentas.
Según Bandura, la activación
emocional empática es uno de los factores que influyen en el tipo de respuesta
que con mayor probabilidad dará el sujeto ante las reacciones emocionales de
los demás, se trata de un factor afectivo que interactuará con reguladores cognitivos
y variables situacionales y sociales. En general, se admite el supuesto de que
la sensibilidad empática favorecerá probablemente el altruismo y reprimirá la agresión,
pero el que la persona altamente empática realice o no acciones altruistas
depende de otros determinantes como los inductores sociales, las limitaciones que
impone la situación, los costos potenciales, la disponibilidad de habilidades y
de recursos necesarios para ayudar al otro, la atribución de responsabilidad,
las características de la víctima y su relación con el observador (Bandura,
1987, 1991). La misma multiplicidad de factores
se plantea al analizar los efectos inhibitorios de la activación emocional
empática sobre la agresión. Bandura justifica la sociopatía desde la falta de
sensibilidad hacia los sentimientos de otras personas, los sociópatas dado su
bajo nivel de empatía pueden hacer daño a los demás sin experimentar remordimiento
o malestar.
Espero sus comentarios y preguntas al respecto de este texto.
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sábado, 18 de marzo de 2017
DOCE PASOS PARA AYUDAR A SUS HIJOS A NO USAR DROGAS
1.Acepte la paternidad/maternidad como su responsabilidad:
deje a otros ser sus amigos.
2.La paternidad/maternidad es una prioridad: esté siempre disponible. 3.Entérese de los problemas que están enfrentando los hijos hoy en día: son diferentes a los que usted se enfrentó. 4.Hable claramente con sus hijos sobre lo que usted espera de ellos: sea específico sobre cómo usted espera que ellos se comporten. 5.Entérese de que en la comunidad a mucha gente le interesa más hacer dinero, que el bienestar de los hijos: no espere que la comunidad refuerce los valores de la familia. 6.Hable claramente sobre las consecuencias de incumplir las reglas de la familia: las consecuencias no son negociables. 7.Explíqueles claramente las consecuencias por incumplir las reglas de la familia: los hijos que incumplen las reglas de la familia, quebrantarán las reglas de la sociedad. 8.No todas las familias se guían por las mismas reglas que usted: algunos tienen reglas diferentes, otros no tienen ninguna. 9.Aunque usted no lo crea, los hijos realmente quieren reglas que los guíen: déjelos que crean que usted es “malo”. 10.Recuerde que los adolescentes necesitan tanta supervisión de los padres como los niños: solo es una clase diferente de supervisión. 11.Quieran tanto a sus hijos sin importarle que ellos los odien momentáneamente: si es necesario. 12.Los hijos nunca son demasiado grandes para darles un abrazo: aún de mayores.
Tomado de FOSCAD.
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