Compartir

miércoles, 28 de mayo de 2014

So Cruel



“ We crossed the line
Who pushed you over
It doesn't matter to you
It matters to me…”




La tarde había cursado apacible, tibia y sin sobresaltos. Como todos los miércoles desde hace 3 años, Julio arquitecto de 33 años,  llega al consultorio 5 minutos antes de su cita con la expectativa de iniciar a las 21 hrs en punto. Salgo a recibirlo sin darle la mano, pues darle la mano implica reactivar la misofobia.

Cuando le conocí abusaba de alcohol como recurso contrafóbico pero su principal obsesión, la contaminación por gérmenes, lo incapacitaba gravemente de tal forma que le era imposible salir por meses de una habitación por el terror a enfermar de A1HN1.

Los rituales compulsivos de descontaminación eran tan violentos que le causaron dermatitis grave en manos, cara y pies, sus relaciones personales se redujeron a su madre viuda desde que Julio tenía 3 años de edad y a mí que lo asistí inicialmente en su domicilio. Al día de hoy su vida es funcional. Sus relaciones sociales son superficiales y distantes, sus relaciones de pareja son  intensas, cortas y poco significativas.

No soporta la soledad y su éxito como

Arquitecto reconocido internacionalmente por su excesivo cuidado y su preocupación por los detalles, le favorece el estar constantemente viajando y rodeado de gente. Independientemente de su pletórica agenda, nunca falta a sus citas bajo ninguna circunstancia, como el acepta – venir aquí es un ritual no tan desagradable – pero a decir verdad, las obsesiones y las compulsiones se han reducido  al mínimo y actualmente la misofobia solo  se limita a la negación a tocar a su madre y a mí.

Al verme, de inmediato afirma:

 Hoy trae la corbata azul con cuadros. En marzo usa demasiado esa corbata, es raro verle con ella en mayo,  nada bueno sucede cuando usa cuadros y este día no es la excepción – Observo la corbata de soslayo y efectivamente es azul a cuadros, detalle intrascendente para mí, pero con la significación microscópica de Julio advierto que está por suscitarse algún conflicto. Contengo  la respiración y pienso ¿Por qué el último paciente siempre es el más difícil? 

Adelante – Respondo paciente y serenamente resignado.

Inicia de manera súbita preguntando:
– ¿Qué hora es? –
– Las nueve con un minuto – respondo
– Bueno, tiene 44 minutos, para ayudarme a comprender.

Guardo silencio y le observo. Este comportamiento es atípico en alguien que ha iniciado de forma matemática cada una de las sesiones enlistando los efectos secundarios de los distintos tratamientos farmacológicos, exponiendo sus teorías, las cuales fundamenta en detalle leyendo artículos científicos recientes, los cuales discute con meticulosidad relacionándolos con  cada una de sus molestias somáticas.

Él prosigue sin advertir o interesarle mi silencio.

– Mire ayer fui a cenar a un restaurante que Yo diseñé desde la elección del local. Usted sabe que no acostumbro ir a lugares que Yo haya construido, interiorizado, ni remodelado, pues me atormentan los detalles de lo que pudo haber sido o de lo que han hecho con lo que diseñé ¿usted duda que la disciplina y la obediencia es esencial para sobrevivir? Yo sencillamente no me permito, ni le permito a nadie a mi alrededor la más mínima desviación por inofensiva que impresione – respira profundo, me observa los zapatos, después nuevamente la corbata a cuadros la cual parece molestarle de sobremanera y continúa.

– Ayer estuve trabajando todo el día en un lugar en el que no hay ningún sitio medianamente decente para comer… la “obra” es labor de ingenieros neandertales pero hay veces que se tiene que pensar y en definitiva a estos aborígenes sencillamente el ingenio no se les da. Era un mar de tierra toda zona… un desierto, en fin… me estoy perdiendo en detalles irrelevantes –

Le pregunto francamente sorprendido y con un dejo de sarcasmo -  ¿Irrelevantes? – pues Julio manifiesta  una fascinación mórbida por descalificar y entretejer elaboradas ironías aderezadas de burlas sardónicas hacia los demás.

–  Sí es irrelevante. Escúcheme – ordena haciendo un leve gesto con la mano derecha-  El lugar es perfecto y lo han mantenido perfecto – respira profundo - ¿comprende cuando yo le digo que un lugar creado por mí es perfecto lo que implica?  La iluminación es ideal, el aroma  equilibrado, el sonido ambiental dulce, hasta el sonido de los cubiertos es del tono adecuado… ni siquiera la Gloria se aproximaría a ese grado de exquisitez – hace una pausa escasa para tomar aire – mira su reloj y continúa de forma grandilocuente

– Bebí – hace una pausa dramática

– ¿Bebió? – le pregunto sorprendido, pues se había mantenido en abstinencia total  sostenida desde el día que le conocí intoxicado y dijo “Doctor, desde mañana no voy a beber”. 

A lo que responde:
– Lo sé. Yo también estaría decepcionado, pero no lo estoy. No se preocupe demasiado Doctor ha hecho buen trabajo – lo observo ligeramente irritado y guardo silencio.

– Un bourbon un hielo – suspira y mira a través de la ventana – lo tomé relajadamente, pausadamente, disfrutando y observando, sin pensar…  le siguieron dos más, sentí que por primera vez estaba disfrutando un trago y pensé que desde mi pútrida adolescencia no había gozado el alcohol, es más … 
– hace una pausa y observa nuevamente su reloj – casi me atrevería a sostener que nunca había disfrutado del trago –

– ¿Cómo es eso? – pregunté -

– Sí – hace una pausa y con la mirada recorre los estantes del librero, de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda como siempre,  continúa – mientras sostenía el vaso y observaba el hielo flotar  me percaté de la ausencia de la necesidad de pedir perdón por estar bebiendo – presiona el maxilar, haciendo ese gesto de frustración tan común en él, como si estuviera arrancando la hoja de una libreta con coraje para reescribir lo que acaba de verbalizar 

– De nuevo… trataré de ser más claro. En mi mente, en mi cuerpo, sostenía la conciencia de la poca importancia del tiempo, como sí me hubiese librado de él, como si hubiese escapado de esta maldita prisa…  como si por fin estuviese convencido de  la eternidad de la que hablaba mi abuelo cuando me mostraba la “estampita” de San Esteban… experimentaba dentro de mí  una sensación parecida a una esponja vieja y reseca expandiéndose tras cada trago – Hace una larga pausa

– Entonces la vi entrar, como si hubiésemos quedado de vernos, a esa hora y ese día, me sorprendió verla entrar, el corazón me latía como locomotora, se dirigía a mí  (tartamudea ligeramente) y me sentí muy alegre – me levanté para saludarle y sentí la ebriedad del alcohol y la historia.  Recordé que no había comido desde el desayuno, perdí la brújula, la vi hermosa pero melancólica, no comprendo… Yo estaba extraviado en ese palpitar dorado del alcohol, ese Yo que tiene la coraza se había ido, la invulnerabilidad avivaba mi pecho… Doctor le juro que fueron siglos en los que tardó en llegar a mi mesa, fue un aproximarse eterno, una de esas eternidades momentáneas que le dan sentido a la existencia misma y cuando estaba dentro de mí... 
– Intervengo para afirmar la conciencia del lapsus

– ¿Dentro de usted? - 

– A punto de aproximarse a mí - corrige - lo  único que atiné a decirle es - ¿Tú qué? – voltea a mirar el techo francamente avergonzado, continúa  – Con un IQ de 158, comprobado, lo único que acierto a decir es ¿Tú qué? – me escuche y sentí como ese paraíso se convertía en algo artificial, ella dijo algo sinceramente no recuerdo y no me interesa,  sonrió, le tomé la mano y emergió como una burbuja el más puro afecto –

– Intervengo - ¿Qué tipo de afecto? –  a lo que contesta en automático

– En ese instante le pude haber dicho que la amo, lo sabía, lo sé, surgieron recuerdos desde el fondo uno tras otro, de la secundaria, de cuando me sentaba detrás de ella en salón de clases, de cómo pasaba horas viendo su cabello, recorriendo su cuello y fantaseando con sus caderas… - hace una pausa, se sonroja, me observa y continúa -  no es sólo  eso, pues usted sabe que he tenido muchas mujeres…

– ¿No es sólo qué? – le pregunto, pues en definitiva ha sostenido varias relaciones con todo tipo de mujeres a las que el clasifica como limpias y sucias

– Ella es pura – responde –
– ¿Pura? – le increpo
– Sí ella cuidaba de mí, me adivinaba lo que sentía, me lo aclaraba, no me hacía las cosas, cuidaba de mí – ¿Entonces la mujeres que cuidan de usted son puras como usted las denomina? 

– No, sólo ella… por favor Doctor, no se pierda en detalles irrelevantes,  que me queda poco tiempo. Cuando le  dije con intensidad y sin miedo que le tenía afecto era un sentimiento puro.

– ¿Por qué no le dijo “Te amo” si eso era lo que sentía? 

– Cuando se lo dije salió huyendo como ciervo, eso sucedió ya hace algunos años… pero eso no importa, ese deseo hacia ella constituyó la realidad para mí ¿Comprende? Tengo claro que todo es una fantasía, de ninguna manera pretendo insertarla en mi vida y tengo la certeza  que muy probablemente ella no es quien yo creo que es… y no me interesa, lo realmente relevante es que esa duda no me invadió, todo lo contrario me llevó a decirle más y más y más… cosas sin sentido, sin lógica, pero con afecto –

– ¿Nuevamente la palabra afecto? ¿Qué tipo de afecto? – intervengo nuevamente.

– ¿Gozo?, ¿Será? – hace una pausa – sinceramente no lo identifico – es como sí me estuviese salvando, pero no Ella, Ella no va a ninguna parte,  como si Yo salvara mi alma –

– ¿Ella qué le dijo? – Pregunto con la intención de crearme una imagen,  pues hasta el momento no se ha referido por su nombre.

– No la dejé hablar. Cada vez que ella quería hablar le decía “por favor déjame terminar, para mí es importante…”,  intentó dos veces más intervenir  y le dije lo mismo…. Al haberme vaciado por completo...

– ¿Vaciado? – pregunto

– Sí, esa fue la sensación, de vaciamiento… cuando terminé ella preguntó ¿ahora sí puedo hablar? – le respondí – No – porque cualquier cosa que digas va a hacer que todo esto se derrumbe – está por terminarse la sesión e intervengo.

– ¿Sólo se trata de tener un deseo insatisfecho para así mantenerse en una demanda permanente de amor? – guarda silencio y tarda en responder

– ¿Me está diciendo que sólo deseo desearla? - 

– No le dije eso, pero ¿es eso lo que usted cree? -Julio interrumpe de forma súbita

– Acabó la sesión – le respondo – Faltan tres minutos.

– No Doctor, le sobraron tres minutos, gracias.

Me da la mano y se retira.



1 comentario :

Victor R dijo...

Muy interesante Dr.
Me gustaria conocer el desenlace de esta historia.
Saludos.