Compartir

lunes, 9 de diciembre de 2013

Maltrato Infantil Parte 2. Apego.




El concepto de Apego hace referencia al establecimiento de la primera relación después del nacimiento.

El trabajo de Bowlby sobre el apego y la pérdida en los niños sigue siendo el más importante y del que parten todos los que estudian esta materia. 

Por conducta de apego se entiende: “cualquier forma de comportamiento que tiene como resultado el que una persona obtenga o retenga la proximidad de otro individuo, diferenciado y
preferido, que suele concebirse como más fuerte o más sabio”. El niño (a) despliega una serie de conductas (sonrisa, llanto, seguimiento con la mirada), para mantener la proximidad del cuidador y, lógicamente, se hace más intensa cuando el niño se siente en peligro. La figura de apego sirve como una base segura para poder explorar y dominar el entorno. 

Las tres funciones de una relación de apego son: la búsqueda de proximidad, la base segura y el refugio.

Muchos novelistas han expresado intuitivamente sus consecuencias sobre el desarrollo y el funcionamiento ulteriores de la personalidad, sobre todo aquellos que han descrito las modalidades simbióticas de la relación madre-hijo como otra forma de “bien humano”. A pesar de ello, el estudio científico de este proceso y sus avatares sólo se ha emprendido desde hace cuarenta o cincuenta años.

Los estudios más detallados del fenómeno del apego fueron realizados primero por etólogos en animales pequeños, luego por psicólogos y psiquiatras, y finalmente por pediatras. Los conceptos de impronta y de periodo crítico del desarrollo no revelaron ser directamente aplicables al lactante humano, sin embargo, incitaron el desarrollo de investigaciones sobre el comportamiento recíproco entre madre y bebé en la especie humana. 

El enfoque más específico para la comprensión de los mecanismos de estas primeras etapas del establecimiento de la relación se basa en los conceptos freudianos de relación de objeto como componente fundamental de las funciones del Yo. 

Lebovici hizo una exposición teórico-práctica en su estudio sobre relación madre-hijo. Winnicott ha escrito desde 1931, con base en su práctica pediátrica, un gran número de artículos acerca del papel clave que desempeña la madre en los esquemas de establecimiento de esta relación.

El concepto de modelos internos o representaciones mentales es fundamental en la teoría del apego de Bowlby. Lo define como el mecanismo a través del cual las experiencias tempranas de apego afectan a una persona a lo largo de su vida. Los individuos necesitan tener un modelo de su entorno (modelo ambiental) y un modelo de sus propias habilidades y potencialidades (modelo organísmico), una especie de mapas o planos que utilizamos para predecir las conductas de los demás y para organizar nuestra propia conducta para lograr objetivos relacionales. Al parecer, estos modelos internos se desarrollan a partir de la historia de relaciones que ha mantenido el niño, cuando explora sus relaciones a través de conductas como la demanda de atención y consuelo. Cuando los padres cooperan, es probable que los niños desarrollen relaciones positivas con los demás y que exploren su entorno con confianza.

Estos modelos, en principio muy sencillos se van haciendo más elaborados a lo largo del desarrollo. Afectan a la selección e interpretación de los datos, a la forma en que evaluamos a los demás y a las relaciones que tenemos con ellos, y sobre todo a la conducta. Pero los modelos pueden modificarse en función de la experiencia, aunque suelen ser relativamente estables, porque tienden a funcionar de manera automática. A veces cambian, en situaciones de transiciones vitales significativas, o a medida que la persona logre dar nuevas interpretaciones a sus experiencias pasadas, sea a través de procesos educativos o de terapias. El estilo de apego también afecta a la comunicación en las relaciones adultas e intimidad. 

Los individuos seguros presentan estilos más constructivos a la hora de enfrentarse a los conflictos.

Conviene subrayar, sin embargo, que desde 1919 Cameron había señalado una serie de factores que interferían con este proceso durante el primer año de vida . Sí, le consagra un capítulo entero a los “bebés nerviosos hereditariamente”, o detalla los síntomas que llevan a las madres al agotamiento y emite sugerencias pertinentes sobre la manera de ayudarlas. Y todavía un poco antes, Rachford había descrito las diferencias individuales en bebés muy pequeños que habían sido etiquetados con “actividad nerviosa excesiva” e “inmadurez funcional del sistema nervioso”. Pese a todo, estas experiencias han permitido la formación de personal de la educación del niño en centros de formación profesional y con programas de estudio creados para esto, y se les paga a estos profesionales sobre una base comparable a la de los maestros y médicos.

Dentro del apego madre-hijo, Ainsworth, estudia tres estilos: apego inseguro-evitativo, apego seguro y apego inseguro resistente o ansioso-ambivalente, dependiendo de la interacción madre e hijo y de la sensibilidad y receptividad de la madre a las señales y necesidades del niño (aunque también se habla de una contribución genética). Otros investigadores añaden un cuarto grupo (la categoría desorganizada-desorientada del apego inseguro), útil para clasificar a niños que pertenecen a grupos de riesgo social (malos tratos, depresión materna, etc.). Bowlby cree que el sistema de apego desempeña un papel fundamental a lo largo de la vida de un individuo. Morris señala los paralelismos existentes entre el apego ansioso y la mala elección de parejas sentimentales y el matrimonio fracasado.

Noller y Feeney, explican cómo los niños establecen un apego emocional con sus cuidadores primarios, y la ansiedad que sienten cuando sean separados de ellos. Se han observado a niños con trastornos y dificultades de adaptación en entornos clínicos e institucionales, de bebés separados de sus cuidadores primarios por un tiempo, e incluso a primates no humanos con sus madres.

A principio de los años treinta, en el transcurso de la Tercera Conferencia de la Casa Blanca sobre la salud y la Protección del Niño se hacía ya mención a los problemas del apego. En 1932, Bronson Croters, director de la sección “Psicología y Psiquiatría” de la revista Pediatría, examinaba el conflicto que oponía a los partidarios de mantener a los niños en su familia y de darles una guía especializada, con los defensores de la educación a cargo de personal profesional, tal como se hacía en las guarderías rusas y los kibutz israelitas. Se establecieron programas parecidos a los de tales guarderías y kibutz en Francia y en algunos países del Este. Tres generaciones de niños fueron educados siguiendo éste método; hoy se piensa que los niños confiados a guarderías deben pasar la mayor parte del tiempo posible con su familia.

La depresión anaclítica o síndrome de hospitalismo, es un término creado por el psicoanalista René Spitz en 1945, para designar un síndrome depresivo sobrevenido en el curso del primer año de vida del niño (a), consecutivo al alejamiento brutal y más o menos prolongado de la madre (hasta un máximo de tres meses) tras haber tenido el niño una relación normal con ella. El cuadro clínico que presenta es el siguiente: pérdida de la expresión mímica (de la sonrisa) mutismo, anorexia, insomnio, pérdida de peso y retardo psicomotor global. Sin embargo, la depresión anaclítica es reversible: si la ausencia de la madre no es muy prolongada, al restablecerse el vínculo, la depresión cesa muy rápidamente. En este estado, también descrito por Spitz, la separación madre-hijo, durante un tiempo muy largo o total, desemboca en la imposibilidad del niño para entablar contactos afectivos permanentes; por ejemplo, porque está en una institución de salud que da tratamiento impersonal (René Spitz).

No hay comentarios :