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viernes, 15 de febrero de 2013

De la monstruosidad al genio. Parte 2


¿Existe diferencia real entre agresión y violencia? ¿Es parte de un espectro o es el mismo fenómeno? ¿Constituye la agresión un hecho inevitable en el desarrollo de las relaciones interpersonales? ¿Es una actitud fundamental de la naturaleza humana que enfrenta al hombre con sus semejantes, e incita a grupos, razas y pueblos a luchar entre si? ¿En realidad existen técnicas para fomentar la armonía, o estrategias que disminuyan los comportamientos violentos?

Tengo que partir asumiendo que no existe forma de responder a dichas preguntas de forma simple y categórica: No hay un modelo que pueda pronosticar la probabilidad de una conducta agresiva. Sin embargo, la idea de presentar el concepto de
“agresión”, incluye resaltar algunos aspectos bioquímicos y neurobiológicos involucrados. Por otra parte entiendo el comentario de mi colega, pues al considerar a la agresión, uno de los problemas teóricos fundamentales del psicoanálisis retomar la revisión puede enriquecer para aproximarnos a un enfoque dimensional ya que el equívoco empleo que se ha hecho de las palabras “agresión” ha ocasionado gran confusión en la abundante literatura sobre este tema. Se ha aplicado al comportamiento combativo del hombre que defiende su vida frente a un ataque, al asaltante que mata a su víctima para conseguir dinero, a la pareja que se mata a golpes o al abuso físico en contra de los ñiños. La confusión aún va más allá; se ha empleado la palabra para el impetuoso acercamiento sexual del macho a la hembra, para la actitud de los políticos, las doctrinas económicas, las aptitudes para alcanzar el "éxito" etc.

Todos los actos de la vida cotidiana llevan implícito un impulso agresivo. Por lo tanto, no es posible calificar como agresión nociva a todos los actos impulsivos, algunos de estos, indudablemente tienen por objeto el daño o la destrucción de una planta, una persona, o un objeto inanimado. Sin embargo, existen aquellos destinados a proteger y construir; y si designamos con la misma palabra ambas situaciones, entonces no existe esperanza de comprender el concepto.

Hasta hace muy poco, la agresión se consideraba como un fenómeno unitario y los investigadores hacían extrapolaciones libres a partir de estudios como los ataques producidos por choques eléctricos en las cajas de Skinner, las batallas entre los machos y la guerra humana. En consecuencia, una gran parte de la información parece confusa y contradictoria y quizá muchas de las conclusiones carezcan de fundamento real.

Sin embargo a medida que las investigaciones han ido progresando, se ha ido haciendo clara la necesidad de un marco analítico más preciso. Un avance significativo de esta dirección ha sido adaptado por el psicofisologo Kenneth E. Moyer, que ha desarrollado un esquema de clasificación de las conductas agresivas basado en una síntesis y una reordenación de los datos disponibles (fundamentalmente animales), Moyer propone provisionalmente ocho clases distintas de agresión: depredadora, inducida por el miedo, por la irritación, territorial, maternal, sexual, intermasculina e instrumental.

Estas clases se distinguen en base al tipo de estímulo que las provoca.

Agresión depredadora.

Esta conducta incluye una conducta de ataque que conduce a la lesión y a la destrucción. En general esta conducta es provocada por la presencia de un objeto de caza y la probabilidad de ataque se aumenta a menudo cunado el blanco está moviéndose. Así mismo es independiente del ambiente particular en el cual la presa se encuentre.


Inducida por el miedo

Se distingue fácilmente por la presencia de un agente amenazante, tal como un depredador, y van por lo general precedida de intentos de escapar. En esta forma de agresión parecen hallarse afectadas áreas específicas del cerebro, en un estudio se encontró que las reacciones de miedo se han reducido a través de lesiones en el lóbulo temporal y en la amígdala y por amigdalectomias y cingulectomías anteriores.

Contrariamente y las lesiones septales facilitan la agresión inducida por miedo, Romaniuk sugiere la posibilidad de que las reacciones de escape agresión se hallen organizadas en el hipotálamo, sobre todo en su base ventrodorsal, basado en los estudios realizados con gatos.


Producida por la irritación

Lo que caracteriza esta forma de agresión es su generalidad. Tanto los objetos animados como los no animados pueden servir como blanco, de tal manera que la agresión producida por la irritación es menos específica con respecto a los estímulos y es característico en ella un enérgico componente de furia o de rabia, y puede incluirse en ella una gran cantidad de lo que otros autores han abarcado el concepto de frustración agresión, puede contribuir también a ella otros acontecimientos precursores, como la fatiga, la falta de sueño, la densidad o la acumulación de la población, el dolor y otras formas de estímulos aversivos.

Existen algunas pruebas que señalan la posible participación del hipotálamo ventromedial y los núcleos mediales de la amígdala. Las hormonas androgénicas también parecen desempeñar un papel en las variaciones interindividuales observadas como propuesta a los estímulos irritantes o aversiones, pero todavía no está claro su papel exacto.


Territorial

El fenómeno de la agresión territorial es ya bien conocido, la conducta territorial es, sin duda, de importancia central en el equilibrio de recursos en contra del tamaño de la población. Un fenómeno relacionado con este tipo de agresión es el aumento de esta, a menudo se observa cuando existe una aglomeración.


Materna

Aunque Moyer denomina “maternal” esta forma de agresión en defensa de las crías, debido a que la hembra es la que con más frecuencia la muestra, en otras especies, pueden también manifestarla los machos. La situación estímulo requiere la presencia de algún agente amenazante así como de la cría. La agresión maternal puede afectar también la defensa del territorio o del nido, pero este factor no siempre halla incluido. St. John y Corning (1973) indican que los cambios hormonales asociados con la lactancia representan un interruptor bioquímico esencial o bien facilitador, en algunas especies.


Relacionadas con el sexo

Esta categoría de agresión es relativamente oscura. Parece como si algunas respuestas agresivas fueran provocadas por los mismos estímulos que producen respuestas sexuales y que afectan a mecanismos fisiológicos idénticos o imbricados. Según las especies y la situación estímulo, pueden distinguirse dos formas:

  • Aumento de la agresividad hacia los rivales del mismo sexo, potenciada por la presencia de una hembra o por los acontecimientos internos asociados a la época copuladora.
  • Acciones agresivas contra la pareja del otro sexo, fenómeno observado en las especies depredadoras solitarias tales como el gato, la comadreja, y el hurón, en los que se sospecha que la lucha relativamente no peligrosa que precede a la copulación puede ser un prerrequisito necesario para la ovulación. Hoy día, las bases fisiológicas reales de esta categoría de agresión son más bien sospechadas que conocidas.


Intermasculina

El estímulo de un macho de la misma especie por lo general no familiar es la clave de esta forma de agresión. El ambiente no es un factor particularmente importante y no se requieren para ella ni la provocación ni el estrés, ni el miedo.

Las posturas de sumisión adoptadas por el miembro de la misma especie sirven de estímulo inhibidor. Los estímulos olfatorios y visuales pueden desempeñar un papel, importante en algunas especies.

Un elemento crítico en la agresión intermasculina, lo constituyen los andrógenos del macho. En varias especies, la agresión intermasculina puede procurar las bases para la distribución de la población, para un acoplamiento jerárquico con las hembras disponibles y para el establecimiento de una estructura social estable.


Instrumental

La categoría correspondiente a la agresión instrumental es considerada como aquella en la que las conductas agresivas aparecen fundamentalmente como resultado del aprendizaje.

Las correlaciones biológicas de este tipo de agresión, son en teoría los mismos que contribuyen a la predisposición para aprender y los cambios fisiológicos que tienen lugar en el proceso de aprendizaje.





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